Lo primero que haremos será precalentar el horno a una temperatura alta, unos 250º C. Para que al meter el cordero no tenga que cocinarse partiendo de un entorno frío. Calor arriba y abajo.
Salamos bien la carne por ambos lados. Colocamos la pierna en una cazuela de barro o cerámica, con la parte interior hacia arriba. Podemos usar también la bandeja del horno.
Bajamos la temperatura del horno a 160º C, recuerde que debe tener calor arriba y abajo sin aire.
Vertemos el vaso de agua en la base de la cazuela y metemos en el horno. La carne irá soltando su jugo sobre el agua e irá formándose poco a poco la salsa. Podemos añadir un poco de manteca para evitar que el agua se evapore rápido y la carne nos quede más jugosa.
Hidrataremos la carne unas 6 veces, como mínimo con el jugo que la cocción va creando. Le daremos la vuelta a la pierna.
Si nos gustan las aromáticas, podemos mezclarlas con el jugo de la bandeja y rociar la carne con esta preparación media hora antes de sacarla del horno. Pero la carne de cordero es tan sabrosa que, realmente, poco necesita.
Si subimos la temperatura a 180º una vez cocinada, se hará un costra crujiente por fuera y quedará tierna por dentro.